La adoración nunca concluye, esa rítmica que no cesa. El rumor es mi voz leve, insustancial, obstinada. Presencio el lugar de la creación, lugar donde se consuma la comunión entre ser y absoluto. El ser eres tú, lo absoluto el resto. Resto descrito por la palabra, palabras que pugnan desde ese instante en dar luz a esa consagración, descubrir el estadio inquieto entre materialidad del color, telas antiguas, costuras y lo metafísico de la creación: composición, gradación, casualidad, intención. Estadio inquieto que permanece ante mí, estadio que oscila entre el saber y el no saber de la adoración. Venerar sin idolatría. Adorar como acto sumiso y de entrega plena a la obra. Obra silenciosa que ocupa una vez más todo mi ser. Todo su ser. El ser del que observa abríendose sinsaberlo hacia la verdad que contiene lo bello. Abrirse a la verdad como aceptación. Llegar a través del sentit justo antes de las palabras. De cualquier palabra que quiera explicar lo inenarrable: el efecto de la belleza en el ser que se reúne con ella en el acto de la contemplación. En ese lugar impreciso entre lo físico reconocible y lo no visible se advierte la percepción, acceso involuntario a uno mismo. A ti, a mí que observo absorto este último lienzo.
Jaime de Sandoval. Texto extraído del catálogo de la exposición.